En Atenas, la tensa guerra entre el Gobierno y los acreedores privados entra en su fase final. Para recibir los 130.000 millones de ayuda, Grecia debe aportar pruebas de que está realizando reformas, porque con la buena voluntad no basta.
Cerstin Gammelin 24/01/12
Cada día se repiten las mismas imágenes. Hombres con caras tan sombrías como sus trajes se apresuran tras las puertas giratorias de edificios anónimos y se pierden en la sombra. Esta escena tiene lugar en Atenas y los actores son los hombres encargados de las negociaciones entre el Gobierno griego y los representantes de los bancos que se reúnen todos los días para jugar una partida de póquer en torno a la quita de la deuda griega.
Bajo la presión de los Gobiernos que se reunieron el pasado mes de octubre en una cumbre europea, los bancos privados y los fondos de inversión prometieron tachar alrededor de 100.000 millones de euros de la cuenta de la deuda helena. Este gesto de calado podría impresionar, pero hasta el momento no se ha hecho nada. Los acreedores han caído en la trampa: los socios europeos y el Fondo Monetario Internacional han ideado el segundo plan de rescate de la quita de la deuda griega: 130.000 millones para que el país se recupere de aquí a 2020. Sin él, Grecia irá a la quiebra.
Reducción del 40% del salario de forma retroactiva
Hacer que las instituciones financieras privadas colaborasen en el coste de la crisis ha resultado un grave error. Los contribuyentes lo han comprendido muy bien, sobre todo el Gobierno alemán que está muy involucrado en este asunto. Lo que parecía justo sobre ese telón de fondo se puso en funcionamiento con tal diletantismo que hasta Berlín reconocía "grandes daños colaterales".
En Bruselas, un diplomático europeo explica qué quiere decir esto: "La situación se ha vuelto contra nosotros porque los inversores rechazan adquirir deuda europea a largo plazo, con excepción de la deuda alemana". Este hombre conoce bien la situación griega. Para él, ésta es "la primera vez que, sin darse cuenta, se corre el riesgo real de perder el control de la situación".
Esta debacle con los acreedores privados no es la única trampa que amenaza con cernirse sobre los salvadores de Grecia. Desde el principio, estos últimos han subestimado la cantidad de ayuda necesaria. Al tener que reajustar continuamente su programa de ayuda, han acabado provocando el descontento de todo el mundo. Por un lado, los griegos deben pagar más impuestos con sueldos que se han rebajado.
Por otro, los inversores temen que el consumo se debilite, y no desembolsan más dinero, lo que lleva acarreado que nadie quiera ya retomar las empresas públicas puestas en venta. Por último, los ciudadanos europeos tienen la impresión de aportar miles de millones para nada.
Este diplomático considera que todos estos elementos contribuyen a crear un clima "especialmente explosivo". Hablamos de los funcionarios del ministerio griego de Finanzas cuyo sueldo se redujo un 40% y de manera retroactiva. Los empleados no sólo han recibido un 40% menos en el último trimestre de 2011, sino que su sueldo también se había mermado en los tres primeros trimestres del año. Los empleados depositaban sus nóminas sobre la mesa y se preguntaban desesperados qué pasaba, de qué se suponía que iban a vivir.
Una austeridad con objetivos "demasiado ambiciosos"
A continuación se plantea el asunto de los impuestos. Junto a sus colegas griegos, los franceses han empezado a poner en marcha un nuevo sistema, que si se consigue implantar rápidamente podría ser operativo en dos años. Habrá ofertas a escala europea.
Habrá que respetar los plazos, un proceso de selección, escoger una oferta y esperar de nuevo a que se ponga el sistema en funcionamiento. Se debe encargar todo, comprarlo, instalarlo y los empleados también deben estar formados. Cobrar impuestos eficazmente no depende únicamente de la simple buena voluntad de los griegos. El problema, explica el diplomático, es que los objetivos del plan de austeridad son demasiado ambiciosos.
Hoy todo el mundo se sorprende de que Grecia no consiga alcanzarlos. Así vuelve a aumentar la presión en la trampa griega. Si los salvadores de Grecia se atuviesen a sus propias recomendaciones, deberían de dejar de aprovisionar financieramente al país. ¿Pero es verdaderamente eso lo que quieren cuando acababa de empezar a remontar la cuesta?
Mientras tanto, se ha corregido el principal error del plan europeo, es decir, el nivel de los tipos de interés. En mayo de 2010, el Gobierno alemán todavía esperaba poder ganar dinero ayudando a Grecia. Grecia, explicaba la canciller, tenía que pagar sus créditos a los tipos de interés del mercado, incluso por encima. Se creía que con ello buscaba castigar a los griegos y apaciguar a sus conciudadanos. Un año más tarde, se vio obligada a reconocer que los tipos de interés únicamente hunden un poco más a Grecia en la crisis.
Precisamente el asunto de los tipos entorpece las negociaciones con los bancos privados. Juegan con décimas de punto porcentuales, detrás de las que se esconden miles de millones de euros. Estamos "a un milímetro" de llegar a un acuerdo, declaraban los banqueros y los responsables políticos el pasado viernes. Sin embargo, el negociador de los bancos, Charles Dallara, se ha marchado sin haber podido acortar este último milímetro. Y todavía quiere algo más, la promesa política de que tras la quita de la deuda griega, se dejará de pedir a los bancos privados que pasen por caja. No debería conseguirlo antes de la cumbre europea del próximo lunes.
NEGOCIACIONES El Eurogrupo vuelve a presionar "Los ministros de Finanzas de la zona euro rechazaron, el 23 de enero, el acuerdo que los titulares privados de deuda griega presentaban cómo la oferta 'máxima' de las pérdidas que están dispuestos a asumir", informa el Financial Times. Esto "abre un nuevo ciclo de estrategia de la cuerda floja en las negociaciones tortuosas para aligerar la deuda del país". Puesto que Grecia no recibirá la ayuda europea de 130.000 millones de euros si Atenas no llega a un acuerdo con los bancos.
Los ministros exigen que el tipo de int erés de los bonos a treinta años que los bancos obtendrían si aceptan condonar una parte de la deuda griega actual sea inferior al 3, 5% de media. Un tipo superior permitiría que los bancos no perdiesen más del 65 o 70%, pero sería una carga excesivamente pesada para la deuda griega a largo plazo.